El agua fluia a
chorritos que salian puros y cristalinos de entre las rocas y el musgo en
aquella grieta. A la sombra, sentados en las piedras frescas y envueltos de
helechos descansabamos nuestras maltrechas espaldas y nos refresacabamos con el
agua del riachuelo, escondidos de la luz del sol que nos esperaba fuera de la
grieta, y del angosto camino por el que veniamos andando. Fuera de ese pequenyo
santuario estaba el caminito, de poco mas de un metro de ancho, que transcurria
por la ladera de la montanya, subiendo y bajando, y nos brindaba unas vistas
magnificas del valle que se extendia muchos metros por debajo nuestro.
Andabamos por encima de los dos mil quinientos metros de altura e ibamos hacia
Khorlabesi, desde Laprak, cargando nuestras pesadas mochilas.
Ubicacion actual
martes, 5 de marzo de 2013
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